El reciente evento cardiaco sufrido por Iker Casillas ha vuelto a poner el foco en el deporte de alto rendimiento y sus posibles consecuencias para la salud.
Los beneficios del ejercicio físico son incuestionables, siendo incluso la capacidad cardiorrespiratoria un predictor de mortalidad tanto o más importante que factores de riesgo tradicionales como fumar o la diabetes.
Un estudio reciente publicado en la revista JAMA, “Relación de la aptitud cardiorrespiratoria con la mortalidad a largo plazo entre adultos sometidos a la prueba de ejercicio en cinta“, octubre, 2018, que analizó a más de 100.000 personas vio que fumar aumentaba el riesgo de muerte un 41%, mientras que tener una baja capacidad física comparada con tenerla muy alta aumentaba el riesgo un 400%. Artículo publicado en la revista Alimente el 22/07/2019.
A pesar de la evidencia, sigue existiendo un debate acerca de los posibles efectos sobre la salud de los deportistas de élite el haber realizado grandes volúmenes de entrenamiento a alta intensidad a lo largo de su vida profesional. Un ejemplo claro es el de los ciclistas, deportistas que corren largas etapas hasta la extenuación sin apenas descanso.
Por ello, y con el fin de determinar si el ciclismo profesional aumenta la esperanza de vida, un estudio llevado a cabo por investigadores españoles, “Increased Average Longevity among the “Tour de France” Cyclists” , Thieme, 2011, comparó a 834 participantes en el Tour de Francia entre los años 1930 y 1964 con una muestra de población general. Los resultados fueron reveladores. La longevidad de los ciclistas fue un 17% mayor. La edad a la que murió el 50% de la población general fue de 73.5 frente a los 81.5 años de los corredores del Tour de Francia.
El corazón de los deportistas se fortalece con el objetivo de poder bombear más sangre a la musculatura y ser más eficiente en el proceso.
Existe una gran cantidad de investigaciones que respaldan estos resultados. Un meta-análisis realizado por el grupo de investigación de Alejandro Lucía que incluyó a 42.087 atletas de élite, concluyó que éstos tenían un 27% menos de riesgo de muerte por enfermedad cardiovascular y un 40% por cáncer en comparación con la población general. Además, un estudio epidemiológico que analizó 15.174 medallistas olímpicos encontró que éstos vivían una media de 2,8 años más que el resto de la población, independientemente del país o el tipo de deporte realizado, “Survival of the fittest: retrospective cohort study of the longevity of Olympic medallists in the modern era“, BMJ Journals.
Por otra parte, el corazón de los deportistas, debido a las adaptaciones fisiológicas al ejercicio, suele presentar una remodelación cardiaca benigna (ventrículos izquierdo y derecho más grandes) necesaria para acometer los requerimientos propios de la actividad que realizan, “No evidence of adverse cardiac remodeling in former elite endurance athletes“, Cardiology, 2016. El corazón de los deportistas se fortalece con el objetivo de poder bombear más sangre a la musculatura y ser más eficiente en el proceso.
Por lo tanto, los grandes volúmenes de entrenamiento llevados a cabo por los deportistas de élite parece que protegen contra el riesgo de mortalidad por enfermedad cardiovascular, pudiendo ser su esperanza de vida igual o mayor que la de la población general. Pero el efecto cardioprotector del deporte no elimina las posibilidades de sufrir eventos cardiovasculares incluso en personas aparentemente sanas, por lo que es de vital importancia incrementar los mecanismos de detección precoz con el objetivo de asegurar una práctica deportiva lo más saludable posible.
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