El ejercicio: una buena terapia para el envejecimiento del sistema inmune

El ejercicio es bueno para la salud.El ejercicio es bueno para la salud, incluyendo las defensas. Esto es algo que sabíamos desde hace tiempo, especialmente a partir de estudios en deportistas de élite. Veamos como puede la actividad física protegernos contra la COVID y el envejecimiento prematuro de nuestras defensas.

Mucho se ha hablado durante la pandemia, y se seguirá hablando, de las diferentes estrategias para luchar contra el coronavirus. Las vacunas son las estrellas, al igual que algunos fármacos con los que el entusiasmo se hincha y deshincha como un globo, caso de la hidroxicloroquina o la ivermectina. Artículo publicado en la revista Alimente el 29/04/2021.

También se ha hablado mucho de algunos suplementos nutricionales, de los que la estrella es la vitamina D, efectiva en algunos ensayos clínicos donde se ha reducido la gravedad de los síntomas por COVID-19, “Un estudio preliminar desarrollado en España demuestra que la administración de calcifediol (25-OH-vitamina D) mejora notablemente el pronóstico de la COVID-19“, IMIBIC, octubre 2020.

Lo que tal vez no ha trascendido tanto a la opinión pública, es la importancia del ejercicio para prevenir y reducir las complicaciones por COVID. Y es que la actividad física se suele asociar a la pérdida de peso o a la mejora de la salud cardiovascular, pero no tanto a otros aspectos como son la inflamación crónica o el estrés oxidativo.

¿Por qué es bueno el ejercicio para las defensas?

La actividad física regular es positiva para las defensas y reduce el riesgo de infecciones respiratorias. En los años 80 del siglo pasado David Nieman observó que los individuos que practicaban actividad física de forma regular y moderada, tenían menor riesgo de infección respiratoria que los sedentarios. Posteriormente se comprobó que tanto la “agresividad” de las células del sistema inmune ante un invasor, como su capacidad para multiplicarse durante una infección, mejoraban con el ejercicio regular. Y esto se aplicaba también a los mayores, atenuando la reducción de la capacidad de defensa asociada a la edad.

El ejercicio, además, puede proteger contra el envejecimiento prematuro del sistema inmune, o inmunosenescencia. En la cuarta década de vida, la mayor parte de la población ha contraído algún virus de la familia de los citomegalovirus, como el herpes o el Epstein-Barr. Una vez en nuestro organismo, estos virus quedan en estado latente, manifestándose cuando nuestras defensas están bajas. Si nuestras defensas no funcionan adecuadamente, se produce un envejecimiento acelerado de las mismas debido a esos episodios de reinfección.

Un antiinflamatorio natural.

Además de actuar como estimulante de nuestras defensas, el ejercicio puede atenuar otros factores que dificultan la acción de nuestro sistema inmune frente a las infecciones. Ya hemos hablado en este espacio de un término denominado “inflammaging” que relaciona el envejecimiento con la inflamación crónica. Este estado constante de inflamación de baja intensidad, pero continuado en el tiempo, se asocia y perpetúa en el círculo vicioso de las enfermedades metabólicas: obesidad, diabetes tipo 2, cardiovasculares, o las neurodegenerativas, entre otras, “La inflamación crónica: el asesino silencioso“, Gente Sana, diciembre 2020.

Hace más de veinte años, Pedersen describió algo realmente novedoso en aquel momento, como era el hecho de que el ejercicio induce la liberación por el músculo de IL-6, una sustancia que actúa como antiinflamatorio. Desde ese momento se han descubierto innumerables sustancias producidas por el músculo, denominadas de forma general mioquinas, que tienen multitud de efectos beneficiosos en el organismo. Entre ellos, reducir la inflamación.

¿Por qué es la inflamación crónica importante frente a las infecciones? Una de las lecciones que hemos aprendido ante la pandemia, es que un peor estado de salud general, con obesidad y enfermedades metabólicas, se asocia con peor pronostico, mayor riesgo de hospitalización y síntomas más graves, ante la COVID-19. Y la inflamación está muy presente en los casos más graves de COVID-19, recordemos la llamada “tormenta de citoquinas”.

Si al sedentarismo le agregamos la edad avanzada y el envejecimiento, el panorama empeora. María Blasco, del CNIO, ha descrito como el envejecimiento y una menor longitud telomérica, se asociaban con peor pronóstico al empeorar la fibrosis pulmonar por COVID-19, Este es el impacto que tiene el covid-19 en el envejecimiento“, Gente Sana, marzo 2021.

Ejercicio como antioxidante.

En la fibrosis pulmonar por coronavirus no solo está presente la inflamación. Otro factor que suele estar asociado a aquella, es el estrés oxidativo. Los radicales libres dificultan la capacidad de nuestras defensas para combatir virus y bacterias. Y de nuevo, la edad, y el sedentarismo, empeoran esta situación al reducir nuestra capacidad antioxidante.

Investigadores españoles de la Universidad de Granada han publicado un trabajo en el que describen como el ejercicio puede reducir el estado inflamatorio crónico, así como el estrés oxidativo, “Mitochondrial Functionality in Inflammatory Pathology-Modulatory Role of Physical Activity, MDPI, noviembre 2021. Y, además, lo vinculan a la función de esos compañeros de viaje que residen en nuestras células, las mitocondrias, y que por cierto son uno de los objetivos de las terapias antienvejecimiento.

El ejercicio moderado induce con el tiempo adaptaciones que hacen que se reduzca la cantidad de radicales libres que se producen durante la contracción muscular, manteniendo la producción de estas sustancias a niveles fisiológicos. Esto es positivo porque como hemos mencionado, una actividad muy elevada de los radicales libres inhibe la acción de nuestros glóbulos blancos y defensas.  Además, nuestros sistemas de defensa antioxidante, se ven reforzados.

La actividad física nos protege.  

Uno de los efectos positivos, por encontrar alguno a esta pandemia, es la cantidad de conocimiento que se está generando alrededor de numerosos aspectos en salud. Y esta relación entre ejercicio, riesgo de infección y severidad de COVID-19, no queda fuera.

Se ha descrito como en una muestra de 249 individuos con una media de edad de 59 años, la capacidad máxima de hacer ejercicio, se asociaba de forma independiente con una menor probabilidad de hospitalización por COVID-19, “Inverse Relationship of Maximal Exercise Capacity to Hospitalization Secondary to Coronavirus Disease 2019“, PMC, octubre 2020

Otro estudio en Reino Unido, con más de 48.000 pacientes encontró que aquellos que hacían al menos 150 minutos de actividad física semanal, en línea con las recomendaciones de la OMS, tenían una mortalidad 2,5 veces menor por COVID que los sedentarios, “Physical inactivity is associated with a higher risk for severe COVID-19 outcomes: a study in 48 440 adult patients“, BMJ Jounal, 2020. Algo similar se ha observado en Corea del Sur, Physical Activity and the Risk of COVID-19 Infection and Mortality: A Nationwide Population-Based Case-Control Study“, PMC, 2021.

La actividad física favorece la pérdida de peso, mejora el metabolismo y reduce el riesgo cardiovascular.

Curiosamente, un estudio franco-suizo ha encontrado que es la fuerza y la masa muscular, el factor protector frente a COVID-19 en una muestra de más de 3.100 individuos mayores de 69 años. Y la protección no es nada desdeñable, con un riesgo un 60% menor de hospitalización, “Muscle Strength Explains the Protective Effect of Physical Activity against COVID-19 Hospitalization among Adults aged 50 Years and Older“, PMC, octubre 2021.  También la capacidad cardiorrespiratoria, parece tener un efecto protector, “Cardiorespiratory Fitness Attenuates the Impact of Risk Factors Associated With COVID-19 Hospitalization“, PMC, enero 2020.

No creo que hayamos tenido que esperar a que llegara la pandemia para animarnos a hacer ejercicio, aunque ese parece haber sido un efecto rebote positivo del confinamiento. Si ya sabíamos que movernos es bueno para nuestra salud por muchas razones, ahora tenemos más argumentos en nuestra mano.

La actividad física favorece la pérdida de peso, mejora el metabolismo y reduce el riesgo cardiovascular. Es un antiinflamatorio y antioxidante natural, además de un estimulante de las defensas. Y reduce el riesgo de contraer COVID o de sus consecuencias ¿Alguien da más?

Clínica Dr. Durántez para un envejecimiento saludable

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