La enfermedad cardiovascular (que afecta tanto al corazón como al cerebro) es, junto con el cáncer, la primera causa de muerte en los países desarrollados y se relaciona directamente con, al menos, siete factores de riesgo que en orden de importancia son los siguientes:
- Hipertensión arterial.
- Tabaquismo.
- Mala alimentación.
- Obesidad.
- Diabetes.
- Sedentarismo.
- Hipercolesterolemia.
Artículo publicado en la revista Alimente el 08/8/2018.
Curioso que la hipercolesterolemia ocupe el último lugar. La probabilidad de sufrir un infarto de miocardio en los próximos 10 años con un solo factor de riesgo, es de un 25%. La mayoría de nosotros tenemos alguno de estos factores de riesgo, pero pensamos que somos parte del 75% restante y que ese infarto en los próximos 10 años no nos va a pasar a nosotros. Pero la realidad es que el 60% de los españoles de más de 50 años tenemos más de un factor de riesgo, lo que nos da una idea de la importancia de la prevención de la enfermedad cardiovascular subclínica.
Además, en muchos casos el primer síntoma o signo de enfermedad cardiovascular es el propio infarto o el tromboembolismo cerebral y, por tanto, la prevención, aun estando asintomáticos, es necesaria.
La enfermedad cardiovascular no solo afecta a los hombres, su incidencia es similar en hombres y mujeres entre los 40 y 59 años.
Todos los años mueren el doble de mujeres de un accidente cerebrovascular que de cáncer de mama.
Nadie mínimamente informado debería dudar de la importancia de prevenir el infarto de miocardio o la trombosis cerebral a través de los buenos hábitos de vida, especialmente en lo relativo a la nutrición y al ejercicio.
Hasta hace muy pocos años los principales culpables de la enfermedad cardiovascular han sido el colesterol y la hipertensión arterial. Es cierto, pero solo en parte. La ciencia va avanzando y las cosas cambian. “No tome más de dos huevos a la semana” es un consejo médico sobradamente conocido y totalmente obsoleto hoy en día. Las carnes grasas, los embutidos, los lácteos enteros…, todos ricos en grasas saturadas y colesterol, sí deben controlarse. Sin embargo, el colesterol no es el único culpable, ni siquiera el principal culpable de la enfermedad cardiovascular. Otros actores entran en escena como las grasas trans, el azúcar, la diabetes, la obesidad, el sedentarismo, el tabaquismo, los antecedentes familiares…
Son muchos los estudios científicos han puesto en duda, desde hace más de 60 años, la correlación entre los niveles plasmáticos de colesterol y la formación de la placa de ateroma que desencadene un evento cardiovascular. Uno de los ejemplos de esta circunstancia es conocido como “La paradoja francesa” (Ferrières J. “The French paradox: lessons for other countries”. Heart 2004;90:107-111), que se refiere a la observación epidemiológica de la baja incidencia de enfermedad cardiovascular en franceses con dietas ricas en grasas saturadas y altos niveles de colesterol. Por supuesto, esto no quiere decir ahora que tener el colesterol alto sea algo recomendable.
El 75% de los ataques cardiovasculares no se producen por una placa de ateroma que estreche progresivamente la luz de la arteria, sino por la ruptura de una placa de ateroma inflamada e inestable que se desprende y forma un trombo.
Además, estudios recientes han demostrado que el 75% de los ataques cardiovasculares no se producen por una placa de ateroma que estreche progresivamente la luz de la arteria, sino por la ruptura de una placa de ateroma inflamada e inestable que se desprende y forma un trombo. Ese trombo avanza por la arteria hasta que se impacta en un lugar más estrecho, obstruyendo el paso de la sangre y produciendo un infarto, si es en el corazón, o una apoplejía, si es en el cerebro.
Así las cosas, es el grado de inflamación y estabilidad de la placa lo que realmente importa. Desafortunadamente podemos tener placas de ateroma inflamadas e inestables en nuestras arterias y no notar absolutamente nada, incluso teniendo los niveles de colesterol normales. De hecho, algunos estudios demuestran que el 50% de las personas que tienen un ataque cardíaco tienen el colesterol normal, Sachdeva A, Cannon CP, Deedwania PC, et al. (“Lipid levels in patients hospitalized with coronary artery disease: an analysis of 136,905 hospitalizations in Get With The Guidelines”. Am Heart J. 2009.
Afortunadamente existen pruebas analíticas y de imagen que detectan de manera mínimamente invasiva la presencia de placas de ateroma y de su grado de estabil idad. El Grosor de las capas Íntima y Media (GIM) de la pared de las arterias carótidas es un fiel y precoz indicador de la formación de placa de ateroma. A mayor grosor, mayor riesgo de enfermedad cardiovascular (Nambi V, Chambless L, Folsom AR, el al. “Carotid intima-media thickness and presence or absence of plaque improves prediction of coronary heart disease risk: the ARIC (Atherosclerosis Risk In Communities) study”. J Am Coll Cardiol. 2010 Apr 13).
El 50% de las personas que tienen un ataque cardíaco tienen el colesterol normal.
Igualmente, la ausencia o presencia, en mayor o menor grado, de calcio en las arterias coronarias (Score Cálcico). La calcificación de una placa de ateroma es un indicador de inflamación de modo que, a mayor calcificación, mayor riesgo cardiovascular (Philip Greenland, MD; Laurie LaBree, MS; Stanley P. Azen, PhD; et al. “Coronary Artery Calcium Score Combined With Framingham Score for Risk Prediction in Asymptomatic Individuals. JAMA. 2004).
Ambas pruebas se realizan en los proyectos de investigación de nuestro afamado Dr. Valentín Fuster, actual Director General del Centro de Investigaciones Cardiovasculares Carlos III (CNIC) de Madrid, Director del Instituto Cardiovascular y “Physician-in-Chief” del Mount Sinai Medical Center de Nueva York y Presidente del Consejo Asesor de Sanidad del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad.
Entre estos estudios de investigación está el BioImage (Usman Baber, Roxana Mehran, Samantha Sartori, et al. “Prevalence, Impact, and Predictive Value of Detecting Subclinical Coronary and Carotid Atherosclerosis in Asymptomatic Adults”. Journal of the American College of Cardiology Mar 2015), que estudia a más de 6.000 personas de más de 55 años en EE.UU. y el estudio PESA CNIC-Santander (Fernández-Freira, L., Peñalvo, J.L., Fernández-Ortiz, A. et al. “Prevalence, Vascular Distribution, and Multiterritorial Extent of Subclinical Atherosclerosis in a Middle-Aged Cohort. The PESA (Progression of Early Subclinical Atherosclerosis) sobre más de 4.000 empleados del banco Santander de entre 40 y 55 años.
En este segundo estudio se ha observado que…
Más de la mitad de los varones, y algo menos de la mitad de las mujeres de 40 a 55 años, ya tienen enfermedad cardiovascular subclínica.
En más de una ocasión he escuchado al Dr. Fuster hacer referencia al cambio de actitud médica producido a partir del 2010, probablemente forzado por la crisis económica mundial. Tratar enfermos crónicos que no cambian su conducta sobre los hábitos de salud es muy caro y, por tanto, hay que incidir más en la prevención y en el tratamiento de la enfermedad subclínica.
En conclusión, no solo debemos ocuparnos del colesterol y la tensión arterial para conocer nuestro grado de salud cardiovascular. La prevención cardiovascular desde la perspectiva del conocido como “Paradigma Sanitario del Siglo XXI o Medicina de las P’s: Preventiva, Proactiva, Predictiva, Personalizada, Participativa, de Precisión, pretende conocer con detalle el estado actual de todos nuestros biomarcadores, para colocarlos en sus niveles de excelencia. De esta forma, se puede detectar precozmente la presencia de la enfermedad subclínica y adoptar actitudes preventivas eficientes a través de una conducta saludable a largo plazo con protocolos científicamente contrastados que nos permitan gestionar eficazmente nuestra salud y calidad de vida futuras.
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