La pérdida de masa muscular y de fuerza es algo característico del envejecimiento; es lo que se conoce como sarcopenia y dinapenia respectivamente. Los dolores articulares, la falta de energía y vitalidad y el aumento de peso, entre otras causas, hacen que el sedentarismo se afiance en nuestras vidas a medida que cumplimos años. Además, la ‘senescencia programada‘ a la que estamos sometidos por la madre naturaleza impone que nuestros niveles de hormonas anabólicas vayan disminuyendo desde la década de los 20 para situarse, a partir de los 50 años, en valores plasmáticos medios inferiores al 50% de los que tuvimos en nuestra juventud plena.
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