La polémica del ayuno y la mala ciencia

La polémica del ayuno y la mala cienciaRecientemente los medios de todo el mundo se han hecho eco de un estudio que afirma que el ayuno intermitente aumenta en un 91% el riesgo de morir por enfermedad cardiovascular. Este es un ejemplo de la falta de prudencia ante resultados preliminares que además han sido puestos en duda ante la falta de rigor del estudio.

En “más años, más vida” estamos al día de la ciencia alrededor del ayuno intermitente. Como otras formas de restricción calórica, además de poder ayudar a perder peso los estudios han demostrado activa mecanismos ligados a la longevidad, Ayuno intermitente: algo más que una moda“, Gente Sana, febrero 2020. Artículo publicado en la revista Alimente el 05/01/2024.

El ayuno intermitente es en la actualidad la “tendencia” dietética en alza y que mayor interés despierta. Probablemente esto se deba a su sencillez: es mucho más fácil recortar calorías si te centras en no comer durante un periodo del día, que hacerlo en cada una de las comidas.

Esta popularidad hace que cualquier noticia alrededor del ayuno se amplifique y se difunda con rapidez. Desafortunadamente, no siempre con el suficiente rigor científico.

Una nota de prensa poco habitual.

El pasado 18 de marzo, la Asociación Americana del Corazón (AHA) publicó una nota de prensa, “8-hour time-restricted eating linked to a 91% higher risk of cardiovascular death“, Newsroom, marzo 2024, en la que daba detalles sobre un estudio que asegura que un patrón de ayuno intermitente 16:8 aumenta el riesgo de mortalidad por enfermedad cardiovascular en un 91%.

El estudio analizó los datos de la Encuesta Nacional de Salud de EE. UU., entre los años 2003 y 2018, comparando la diferencia de mortalidad entre los que ayunaban y los que no lo hacían, con una muestra de unos 20.000 adultos.

La información contenida en esta nota de prensa refleja los datos de un poster presentado en un congreso. Un póster no es más que una forma de compartir los resultados preliminares de una investigación con otros investigadores. No se trata de una publicación científica que haya pasado por un proceso de revisión por pares que asegure la calidad de la información contenida y cuales son sus limitaciones.

Aun a pesar de ello, sorprende que la propia AHA publicara esa nota de prensa tratándose tan solo de un póster. Tal vez el equipo de comunicación se dejó llevar por el impacto que puede tener un titular como que el ayuno aumenta un 91% la mortalidad por infarto. Algo que los medios de comunicación han repetido sin atisbo de crítica salvo honrosas excepciones como este artículo del New York Times, “Is Intermittent Fasting Bad for Your Heart? Here’s What We Know“, The Newyork Times, marzo 2024.

¿Ayuno o tabaquismo?

Las reacciones no se han hecho esperar. Y es que numerosos investigadores han destacado las limitaciones de este trabajo que prácticamente invalidan sus resultados.

En primer lugar, ya hemos citado que los resultados proceden de un poster en una sesión de un congreso, no de un artículo revisado por pares y publicado en una revista científica de calidad, proceso que asegura que todo el procedimiento y métodos de la investigación sigue unos mínimos de calidad y credibilidad.

Si nos centramos en el análisis detallado de los métodos y datos de origen, encontramos un primer un fallo garrafal: No se ajustó adecuadamente los resultados en función de si los participantes eran o no fumadores. De hecho, había un 60% más de fumadores en el grupo que ayunaba, comparado con el grupo de referencia. Sabemos que el tabaco es una de las principales causas de mortalidad por cualquier causa, y también por riesgo cardiovascular. Este dato por si sólo ya arroja muy serias dudas sobre los resultados. Pero aún hay más.

Tampoco se ajustó adecuadamente la etnicidad. En el grupo que ayunaba había un 250% más de afroamericanos (23,2% frente a un 6,6%). Esto que puede padecer trivial tiene gran importancia ya que hay marcadas diferencias en mortalidad en función de la etnicidad en EEUU, “Life expectancy by county, race, and ethnicity in the USA, 2000-19: a systematic analysis of health disparities“, PubLMed, julio 2022.

Otros datos que tampoco se ajustaron y que podrían tener un impacto en los resultados son los patrones de descanso o trabajo a turnos que a su vez afectan los horarios de comida y que son factores conocidos de riesgo cardiovascular.

Otra limitación es típica de los estudios en nutrición: se obtuvo información de los patrones alimentarios de los participantes a través de dos entrevistas, y se asumió que esto es representativo durante todo el tiempo de seguimiento del estudio. Asumir que lo declarado en una entrevista puntual es un patrón que se mantiene de forma constante durante un periodo de hasta 16 años es inexacto.

Otro aspecto que se ha criticado es que en el estudio solo se ha tenido en cuenta si se come en una ventana de 8 horas, pero no aspectos relacionados con la cronobiología: regularidad o irregularidad en los horarios, o el momento del día en que se produce esta ventana de ayuno y de alimentación. Sabemos que saltarse el desayuno o bien cenar muy tarde tiene un impacto negativo en el metabolismo y el riesgo cardiovascular, “Ayuno intermitente: mejor saltarse la cena que el desayuno“, Gente Sana, abril 2024.

Finalmente, otra limitación: el grupo que hacía ayuno era tan solo un 2% de los participantes. Esto aumenta el riesgo de que el resultado sea estadísticamente inválido.

Seamos responsables.

Todos estos puntos que hemos detallado levantan suficientes dudas como para incluso rechazar la publicación de este trabajo en una revista científica seria. Las consecuencias de diseminar información incompleta y de baja calidad pueden ser muy negativas para la salud pública e incluso para la propia investigación en salud. Pensemos en las personas que están en la actualidad participando en diferentes ensayos clínicos sobre ayuno intermitente, que pueden tener miedo o dudas a raíz de los resultados publicados en prensa.

Hablando de ensayos clínicos, los efectuados hasta la fecha con metodologías serias han demostrado que el ayuno intermitente puede tener efectos beneficiosos, en mayor o menor magnitud, pero en ningún caso se ha observado un impacto negativo en la salud que aconseje no seguir este patrón.

El ayuno intermitente no es la panacea para todos; tampoco una estrategia inútil, ni peligrosa. En la consulta dietética es una herramienta más con la que podemos ayudar al paciente a reducir su ingesta calórica. Algo que sabemos tiene beneficios no solo para el control del peso corporal, sino también para la salud. Dejemos los titulares sensacionalistas que no hacen bien a nadie. La realidad no suele ser blanca o negra sino gris, pese a quien pese.

Clínica Dr. Durántez para un envejecimiento saludable

 

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