Con este sugerente título se publicó en 2017 el libro del neurólogo Dale Bredesen fundamentado en varios de sus estudios sobre la prevención y reversión del deterioro neurocognitivo. Una de las enfermedades que se resiste a las terapias desarrolladas hasta la fecha, es el Alzheimer. Los cambios en el estilo de vida podrían ayudar al tratamiento de la enfermedad, como demuestra su protocolo que incluye varios de estos factores. Veamos los detalles. Artículo publicado en la revista Alimente el 19/07/2021.
La enfermedad de Alzheimer es una de las más comunes en nuestro entorno. Afecta a más de 1,2 millones de españoles y a más de 30 millones de personas a nivel mundial. Según la Confederación Española de Alzheimer, en 15 años habrá más de 7 millones de víctimas en nuestro país, con un coste de 48.000 millones de euros en tratamientos.
Tratamientos que, hasta la fecha, no han conseguido dar con la tecla que consiga detener eficazmente o revertir la enfermedad. De aparición lenta, comienza con un deterioro cognitivo leve, que en sus etapas más avanzadas puede ser grave y totalmente incapacitante.
Se ha estudiado mucho sobre las causas de la enfermedad y sobre los factores que hacen que esa proteína, llamada beta-amiloide, comience a acumularse dificultando la función cerebral y disparando el deterioro cognitivo asociado al Alzheimer. Desde la genética se ha observado una asociación de mayor riesgo en el gen APOE e4, y otros genes relacionados con el control de la inflamación o con la capacidad de eliminar la proteína beta-amiloide.
Pero como sabemos, los genes cargan la pistola, pero el ambiente aprieta el gatillo. Es la interacción entre genoma y hábitos la que determina la salud y la enfermedad, ¿Está nuetra salud predeterminada?, Gente Sana, diciembre 2020. Y aquí es donde entra en juego el protocolo RECODE de Dale Bredesen, investigador del Centro para la Investigación del Alzheimer de la Universidad de California – Los Ángeles. Bredesen ha publicado varios artículos científicos donde describe una aproximación multidisciplinar con la que consiguió resultados notables en una serie de pacientes. El programa se basó en lo que denomina mejora metabólica para la neurodegeneración.
En la intervención se incluyó pacientes con síntomas de la enfermedad como amnesia, o dificultades cognitivas. De ellos, salvo uno que inició el protocolo en un estado avanzado de la enfermedad, 9 sufrieron una mejora significativa entre tres y seis meses del inicio. Y seis de los pacientes que tuvieron que dejar el trabajo previamente al tratamiento, pudieron volver al mismo. Las mejoras se mantuvieron en el tiempo de seguimiento, de dos años y medio a la fecha de publicación del trabajo.
Para diseñar su protocolo, Bredesen se centró en las investigaciones relacionadas con el Alzheimer que han puesto sobre la mesa las diferentes interacciones moleculares que participan en el desarrollo de la enfermedad. De esta forma, pudo poner en marcha una intervención que alterase de forma conjunta todas estas vías, en lugar de una sola de ellas, como se había probado hasta la fecha con el tratamiento farmacológico.
Entre otros mecanismos, en la enfermedad participan no solo la ya mencionada beta-amiloide, sino también la inflamación crónica, la ya mencionada también apolipoproteina E y otros lípidos, hormonas, factores de crecimiento y sus receptores, rutas reguladas por el calcio o neurotransmisores, entre otros. Y la base de sus desequilibrios se encuentra en un metabolismo alterado. Es decir, el Alzheimer sería en definitiva una enfermedad metabólica de lento desarrollo.
Las bases del protocolo de Bredesen son las siguientes:
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- Mantener los valores de excelencia, más allá de la normalidad, para ciertos marcadores metabólicos. Un ejemplo sería la homocisteína, cuyo nivel de normalidad se encuentra en 12 micromol por litro, pero que se sabe es subóptimo y habría que mantener por debajo de 7.
- Aplicar una terapia que afecte al equilibrio en la plasticidad neuronal a partir de todos los factores posibles que la afectan.
- Alcanzar el nivel umbral mínimo con la intervención para conseguir detener el avance de la enfermedad.
- Personalización del programa basado en todos los marcadores relacionados con la red de plasticidad neuronal y sus niveles. Revisión iterativa con el transcurso del tratamiento.
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¿En qué se traduce en concreto esas bases?
Bredesen describe con detalle su protocolo, que incluye entre otros:
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- Pérdida de peso.
- Aumento de vegetales y pescado en la dieta, eliminación de ultraprocesados. Dieta baja en carbohidratos.
- Reducción del estrés.
- Mejora del sueño.
- Suplementación en base a las analíticas, de entre otros: vitamina B12, vitamina D, ácidos omega-3 de cadena larga, coenzima Q10, antioxidantes o probióticos.
- Mejora de la higiene oral.
- Terapia hormonal de reemplazo en mujeres.
- Ayuno intermitente.
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Nuestro lector habitual habrá podido comprobar como más allá de los detalles específicos, en este protocolo se adoptan pautas similares a las de la Medicina Preventiva para el Envejecimiento Saludable (nutrición, ejercicio, el cese de hábitos tóxicos, la mejora del sueño, el control del estrés, la suplementación nutricional correctamente prescrita, la optimización metabólica y hormonal y el control de numerosos biomarcadores para colocarlos en sus valores de excelencia). Al fin y al cabo, estos programas no solo previenen el deterioro neurocognitivo y la enfermedad de Alzheimer, también son determinantes en la oncoprevención y la prevención cardiovascular, las principales causas de muerte en las sociedades avanzadas.
Enfermedades por otra parte, de largo desarrollo, y que pueden aparecer tras largos años de desequilibrios en el organismo. Desde la medicina preventiva antienvejecimiento y con los valores de excelencia, ser pretende precisamente mantener a raya ese deterioro metabólico subclínico para evitar que, cuando aparezca la enfermedad, sea demasiado tarde. Como comentamos recientemente, la normalidad no es lo óptimo cuando hablamos de salud, “¿Quién quiere ser normal? valores óptimos de los biomarcadores de salud y longevidad“, Gente Sana, mayo 2021. Y mantener a raya a la inflamación crónica silente es fundamental para detener la mayor parte de enfermedades, “La inflamación crónica: el asesino silencioso“, Gente Sana, diciembre 2020.
Esto no es óbice para seguir trabajando en nuevas terapias que puedan detener o revertir el Alzheimer. Recientemente se ha conocido que una radioterapia a dosis bajas, cuya idea provino accidentalmente de la mejora fortuita observada en pacientes sometidos a repetidos escáner cerebrales, está dando resultados prometedores, “Llegan nuevas ‘armas’ potentes contra el alzhéimer“, Alimente, mayo 2021. O el desarrollo de un nuevo fármaco que acelera el proceso de destrucción de placas de beta-amiloide. Si combinamos la detección temprana, con algunas de estas terapias, y por qué no, el protocolo de Bredesen ¿Cuál sería el resultado? Aprovechemos todo el potencial que las terapias farmacológicas, médicas y de estilo de vida, ponen en nuestra mano.
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