La crisis sanitaria originada por el SARS-CoV-2 (COVID-19) ha provocado que se hayan tenido que adoptar medidas extraordinarias para evitar la transmisión del virus y no sobrepasar la capacidad de los sistemas sanitarios. Entre ellas se encuentra el confinamiento al que ha sido sometido gran parte de la población mundial, más o menos restrictivo dependiendo del país. Así, mientras en algunos países el confinamiento ha sido más relajado permitiendo a la población salir a hacer ejercicio físico, siempre respetando las medidas de distanciamiento social, en otros como España toda práctica deportiva quedó suspendida desde el día 14 de marzo. Artículo publicado en la revista Alimente el 01/05/2020. ejercicio físico
Y precisamente una de las principales consecuencias del confinamiento está siendo la restricción de movilidad de las personas, con los riesgos para la salud que esta situación comporta. De ahí que algunos autores se hayan apresurado a afirmar que nos estamos enfrentando a dos pandemias de manera simultánea: la pandemia de COVID-19 y una pandemia de inactividad física.
Tan solo dos semanas sometidos a una reducción en el número de pasos diarios (es decir, el equivalente a reducir los niveles de actividad física diaria) son suficientes para producir un significativo deterioro musculoesquelético y metabólico. Para minimizarlo, como bien recomienda la Organización Mundial de la Salud, es importante mantenerse activos durante la pandemia de COVID-19.
Y, ¿por qué?
El síndrome de distrés respiratorio agudo (SDRA) es una de las principales causas de muerte secundaria al COVID-19. Esta complicación respiratoria llega a afectar al 17% de los pacientes con COVID-19, al 42% de los que requieren hospitalización por la enfermedad y, de estos, entre el 67% y el 85% precisan seguimiento en una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Sin embargo, el Dr. Zhen Yan, de la Universidad de Virginia, sugiere que la realización de ejercicio físico podría ayudar a prevenir, o al menos mitigar, el SDRA. Una única sesión de ejercicio aumenta la liberación de superóxido dismutasa extracelular, una enzima antioxidante que es producida endógenamente por nuestros músculos y que reduce el estrés oxidativo, protegiendo a nuestros tejidos y ayudando a prevenir enfermedades.
Precisamente el estrés oxidativo en el tejido pulmonar está implicado en la patogénesis de varias enfermedades pulmonares, entre otras el SDRA, por lo que el Dr. Yan argumenta que es razonable pensar que el ejercicio podría ser efectivo para prevenir el SDRA secundario al COVID-19.
La capacidad cardiorrespiratoria, popularmente conocida como “resistencia”, ha mostrado ser un importante factor pronóstico de multitud de enfermedades como las cardiovasculares o algunos tipos de cáncer, y de salud en general. Estar en buena forma física podría proteger frente a algunos de los factores que parecen estar asociados con un mayor riesgo de hospitalización y mortalidad en pacientes con COVID-19, como son el exceso de peso corporal, diabetes, hipertensión, enfermedad cardiovascular y EPOC.
Además, algunos autores han empezado a plantearse si una buena capacidad cardiorrespiratoria podría atenuar el estado pro-inflamatorio asociado con un empeoramiento del pronóstico en pacientes con el COVID-19, “Does high cardiorespiratory fitness confer some protection against pro‐inflammatory responses after infection by SARS‐CoV‐2?”, Wiley Online, Library, abril 2020.ejercicio físico
Una buena capacidad cardiorrespiratoria podría atenuar el estado pro-inflamatorio asociado con un empeoramiento del pronóstico en pacientes con el COVID-19. La obesidad parece, efectivamente, agravar el pronóstico de la enfermedad.
La obesidad parece, efectivamente, agravar el pronóstico de la enfermedad. Así, en un pequeño estudio llevado a cabo en un hospital de Lille (Francia) se observó que el 48% y el 28% de los pacientes con COVID-19 que requerían ingreso en una UCI tenían obesidad y obesidad severa, respectivamente, mientras que más del 50% de los que requirieron ventilación mecánica, un indicador de deterioro de la función respiratoria, también tuvieron obesidad.
Por ello, el ejercicio como principal arma, junto con la alimentación, en la lucha contra la obesidad debe formar parte de nuestro día a día durante los próximos meses, “High prevalence of obesity in severe acute respiratory syndrome coronavirus‐2 (SARS‐CoV‐2) requiring invasive mechanical ventilation“, Wiley Online Library, abril 2020.
El ejercicio físico fortalece el sistema inmune, nuestra principal barrera de defensa. Sin embargo, algunos estudios han sugerido que el entrenamiento prolongado e intenso se asocia con una depresión aguda del sistema inmune que puede durar horas o días, aunque hay más sombras que luces a este respecto. De esta manera, la evidencia sobre la teoría de la “ventana abierta” (periodo posterior a una sesión de ejercicio intenso en el que parece que el organismo es más susceptible a una posible infección) es limitada e inconsistente, y realmente parece que no se produce una linfopenia, sino una movilización de los linfocitos a los tejidos periféricos, donde probablemente hacen más falta en ese momento.
En todo caso, y como venimos enfatizando desde este espacio de opinión, lo mejor es siempre ponerse en manos de profesionales del entrenamiento para controlar la carga y evolución de nuestro estado de salud, “Debunking the Myth of Exercise-Induced Immune Suppression: Redefining the Impact of Exercise on Immunological Health Across the Lifespan“, Frontiers, abril 2018.
El ejercicio físico fortalece el sistema inmune, pero el entrenamiento prolongado e intenso se asocia con una depresión aguda del sistema inmune que puede durar horas o días.
Según el “Plan para la Transición hacia una nueva normalidad” del pasado 28 de abril, a partir de la Fase 0 o de preparación de la desescalada ya instaurada ese día, se establecen “medidas de alivio comunes para todo el país…permitiendo la movilidad fuera del domicilio, fundamentalmente en el ámbito privado, y medidas con un riesgo asociado de contagio muy bajo o nulo, siempre que se cumplan las indicaciones de seguridad, en base a la responsabilidad y autoprotección de los ciudadanos… para ello se proyectan medidas como el próximo 2 de mayo permitir salidas y ejercicios individuales de los adultos”.
Una medida necesaria dados los enormes beneficios que, como acabamos de leer, tiene el ejercicio sobre algunos de los síntomas y el pronóstico de la enfermedad del COVID-19. No obstante, no debemos bajar la guardia y una de las principales medidas de protección que debemos seguir manteniendo es la del distanciamiento social. Sin embargo, en aquellos casos en los que salgamos a correr o vayamos en bicicleta no parece bastar la distancia de 1,5 metros que se nos ha estado recomendando desde el inicio de la crisis.
Así, los datos de un reciente estudio aconsejan mantener una distancia de seguridad con las personas que van en nuestra misma dirección de al menos 4-5 metros si se camina, de 10 metros si se corre o se pasea en bicicleta y de 20 metros si se va rápido con la bici. Así lo han determinado los análisis aerodinámicos que se han realizado y que invitan a pensar que ir a rebufo puede ser uno de los principales desencadenantes de contagio, ya que las partículas que una persona desprende al toser o respirar durante el ejercicio se mantienen en el aire durante unos segundos, quedando expuesta la persona que viene detrás.
En conclusión
Las medidas para la desescalada que se iniciarán próximamente con la posibilidad de salir a realizar actividad física nos permitirán, además de disfrutar de la sensación de ejercitarnos al aire libre, mantenernos en forma y con un sistema inmune fortalecido con el que hacer frente al virus. Sin embargo, el riesgo de contagio sigue siendo alto por lo que debemos ser tremendamente responsables en el cumplimiento de las medidas de prevención, teniendo presente que no solo está en juego nuestra vida, sino también la de los que nos rodean.
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