Septiembre, un buen momento para volver a empezar

Un buen nivel de “conciencia saludable”, buenos estilos de vida, ser proactivos y receptivos a adoptar nuevas actitudes redundan en un buen estado de salud.Como siempre la vuelta del verano es un momento para plantearnos nuevas expectativas y objetivos vitales, en todos los ámbitos; laboral, académico, económico, afectivo-emocional y, cómo no, de salud.

La vida, desde su perspectiva temporal es, en la mayoría de los casos, una sucesión repetitiva de acontecimientos: vacaciones de verano, comienzo del curso escolar-laboral, Navidad, comienzo del año nuevo, vacaciones de Semana Santa, cumpleaños, algunas bodas y celebraciones familiares…, casi siempre en las mismas fechas. Es una rueda que gira sin parar sobre una superficie más o menos lisa en la que aparecen una serie de baches que hay que sobrepasar.

Estos baches son aquellas circunstancias que aparecen a lo largo del año y que nos sacan de nuestra rutina. Baches que pueden ser positivos como conseguir el trabajo deseado, encontrar una persona especial o ganar una lotería, pero también pueden ser negativos como una enfermedad, un problema laboral o afectivo. Todos los años hay que pasar por encima de unos cuantos baches, que como dije nos pueden sacar de la rutina y hacernos perder los buenos hábitos de vida; de comer bien, hacer ejercicio, no fumar…

Para llegar a padecer “enfermedades relacionadas con el proceso de envejecimiento”el organismo ha de pasar mucho tiempo expuesto a un factor causal potente o lo que es más habitual a muchos factores causales no tan potentes.

La Medicina Preventiva para un Envejecimiento Saludable no se entiende desde el punto de vista del binomio BIEN/MAL, es decir estar o no estar enfermo, sino más bien desde un continuum de la salud, en la que hay zonas grises. La fisiología, la biología, la enfermedad y la salud en general responden a ese continuum desde la salud óptima hasta la enfermedad declarada pasando por la fase silente o subclínica de la enfermedad que es la que no da síntomas fehacientes, pero que ya está presente.

Para llegar a padecer una enfermedad crónica, una de las llamadas “enfermedades relacionadas con el proceso de envejecimiento”, el organismo ha de pasar mucho tiempo expuesto a un factor causal potente o lo que es más habitual a muchos factores causales no tan potentes.

La enfermedad cardiovascular, el cáncer, la enfermedad neurodegenerativa, la diabetes, la artrosis, la osteoporosis…, todas ellas son enfermedades relacionadas con el proceso de envejecimiento, todos las vamos a padecer antes o después por el simple hecho de envejecer, dependiendo de nuestra genética (genoma) y nuestra interrelación con el medio ambiente (ambioma), es decir de nuestros hábitos de vida y la influencia del entorno sobre nosotros.

Lo más frecuente es que la combinación de varios factores causales no muy potentes, desencadenen la enfermedad en mayor medida que un solo factor causal potente. Por ejemplo, el sedentarismo junto con medio paquete diario de tabaco, el colesterol un poco elevado y una prediabetes produce más morbimortalidad a nivel epidemiológico que una hipercolesterolemia hereditaria no asociada a otros factores de riesgo.

Se debe conseguir un buen nivel de “conciencia saludable”, buenos estilos de vida, ser proactivos y receptivos a adoptar nuevas actitudes que redunden en un buen estado de salud.

La mayoría de mis pacientes y yo mismo conocemos el estado y la evolución de nuestros biomarcadores relacionados con estas enfermedades, conocemos nuestros puntos fuertes y también nuestras amenazas y tomamos decisiones para que, en la medida de lo posible, mantengamos nuestros biomarcadores en sus niveles de excelencia y a la vez procuremos disfrutar de una buena calidad de vida. Procuramos tener un buen nivel de “conciencia saludable”, buenos estilos de vida, ser proactivos y receptivos a adoptar nuevas actitudes que redunden en un buen estado de salud y bienestar y demandamos una información suficiente para poder tomar nuestras propias decisiones.

Pero hay un alto porcentaje de personas desinteresadas en cuidar su salud, escépticas en los consejos y tratamientos que proponemos. Algunos todavía ponen en duda que el ejercicio sea bueno para la salud o que el tabaco sea nocivo, incluso este verano he leído un artículo sobre el término “fatphobic” que podría traducirse como “gordofobia”, en el que se argumenta que la necesidad de perder peso para prevenir la diabetes es un invento falso de aquellos que aborrecen a los obesos, los “gordófobos”.

Se conocen los mecanismos psicológicos de autodefensa o autojustificación para no adoptar una actitud saludable: estar gordito es saludable (considerando como estar gordito el ser obeso), una copita de vino al día es buena (al final es una botella), hacer demasiado ejercicio te oxida (cuando no se dan ni 2000 pasos al día), todo me engorda (aunque no como nada), no está científicamente demostrado que…, etc.

La cuestión es qué podemos hacer para potenciar una conciencia saludable.

La respuesta es ir adoptando poco a poco actitudes como controlar los biomarcadores, hacer un desayuno correcto, caminar un poco más o tomar algunos suplementos nutricionales. Pequeños cambios en los estilos de vida que redunden positivamente en la salud y que se puedan objetivar en la evolución de los biomarcadores. Es muy importante dar valor a los logros alcanzados, por pequeños que sean, para reforzar esa nueva actitud saludable. Igualmente es recomendable marcar objetivos razonables a corto y medio plazo y vigilar el cumplimiento del programa.

Se trata de llevar a cabo una vigilancia constante de la salud bajo el concepto del Continuum de la Salud en una vigilancia permanente de los estilos de vida, de los biomarcadores de salud y longevidad y no de una acción puntual en el tiempo, un chequeo, una consulta ocasional… Ni la salud ni la enfermedad son conceptos estáticos. No es válida la premisa de que “como estoy sano y no me duele nada, no debo preocuparme ni hacer nada”. Por otro lado, tampoco es válida la premisa de que “como los análisis están bien, yo estoy bien a pesar de no sentirme bien”.

La vuelta del verano suele producir un cuadro transitorio de irritabilidad, tristeza, ansiedad, insomnio…, conocido como estrés postvacacional, que tiene su base biológica en un descenso de dos neurotransmisores, la serotonina y la dopamina. El primero produce sosiego, bienestar y tranquilidad y el segundo dinamismo y vitalidad. Pero este cuadro es transitorio y no debe frenar la voluntad de tomar las riendas de tu salud.

Septiembre, a la vuelta del verano, es un buen momento para hacerlo.

Clínica Dr. Durántez para un envejecimiento saludable

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