Las ciencias adelantan que es una barbaridad. Y en nutrición, este dicho parece ir al doble de velocidad. Un nuevo estudio acaba de poner en duda el sempiterno dogma de que saltarse el desayuno, sea perjudicial para la salud. Artículo publicado en la revista Alimente el 9/02/2019.
Junto con comer cinco veces al día, probablemente uno de los mensajes con los que más nos han bombardeado en materia de nutrición, es el de no saltarse el desayuno. Estudios previos parecían indicar que un desayuno fuerte por la mañana podría reducir el apetito durante el resto del día. Incluso estudios como PESA , liderados por el Dr. Valentín Fuster, encontraron en 2017 que saltarse el desayuno aumenta de forma muy relevante el riesgo de enfermedad cardiovascular.
Sin embargo, un nuevo estudio “Effect of breakfast on weight and energy intake: systematic review and meta-analysis of randomised controlled trials” desarrollado en la Universidad de Monash, en Melbourne (Australia) pone en duda los hallazgos anteriores. En este caso nos encontramos con una revisión sistemática y meta-análisis de ensayos clínicos aleatorizados. Es decir, se analiza de forma conjunta los resultados de diferentes estudios con un mismo diseño experimental. Se trata de ensayos clínicos, que permiten establecer de forma bastante precisa una relación causa-efecto. Dentro de este análisis conjunto se incluyeron 13 estudios con una muestra total de 1.416 personas. De esos trece estudios, 7 analizaban de forma detallada los cambios en el peso corporal, y otros 10 la ingesta energética.
Llevando la contraria.
Los resultados de este trabajo muestran que no hay pruebas que apoyen la idea de que desayunar favorezca la pérdida de peso corporal. De hecho, se observa que la ingesta calórica era superior en las personas que desayunaban (en unas 260 kilocalorías al día) que en las que no lo hacían, y que ayunar no favorecía el tener un mayor apetito durante el resto del día. Además, los que no desayunaban eran de media casi medio kilo más ligeros.
Esto va totalmente en contra de lo que se ha considerado tradicionalmente, y es que se había encontrado en estudios observacionales, una asociación entre no desayunar y un peor peso corporal. Sin embargo, el problema puede estar en el tipo y diseño de los estudios. No es lo mismo desarrollar un ensayo clínico donde se haga una intervención controlada para verificar el efecto de desayunar o no desayunar, que analizar los hábitos de una muestra de población y asociar estos a un mejor o peor peso corporal. Correlación no es causalidad.
Los malos hábitos no van solos.
Para ilustrar lo anterior, volvamos al citado estudio PESA (Progreso de la Aterosclerosis Subclínica Temprana) que tiene como objetivo analizar los factores que llevan al desarrollo de la aterosclerosis para poder detectarla de forma temprana y evitar su avance. Este estudio se está desarrollando en una muestra de más de 4.000 trabajadores del Banco de Santander.
En 2017, se publicó “The importance of breakfast in atherosclesrosis disease: Insights from the PESA study“, Elsevier, 2018, que demostró que un 57% de los que hacían un desayuno copioso (más de un 20% de la ingesta energética diaria) tenían placas en sus arterias, frente a un 75% de aquellos que no desayunaban. Esto dio lugar a titulares sensacionalistas como que “no desayunar podía ser tan malo para el corazón como no fumar”. Sin embargo, hay que tener en cuenta que no desayunar puede estar a su vez relacionado con otros malos hábitos. Además no es fácil establecer una relación de causa-efecto cuando precisamente la enfermedad cardiovascular siempre se ha asociado a comer en exceso. ¿Cómo puede por tanto saltarse una comida aumentar el riesgo de infarto?.
En este sentido, el pasado mes de enero se ha publicado un segundo artículo “Association of sleep duration and quality with subclinical atherosclerosis“, Elsevier 2019, en el que se analizaba el impacto de la calidad y cantidad del sueño sobre la aterosclerosis.
Y no sorprende encontrar que cuando se duerme poco y mal, aumenta el riesgo de que se desarrollen placas en nuestras arterias hasta en más de un 30%.
No es difícil por tanto establecer una conexión clara entre dos hábitos como no desayunar, y dormir mal. Pensemos en nosotros, y en si en la actualidad, o en algún momento de nuestra vida, hemos sufrido de estrés, jornadas maratonianas de trabajo, dificultades para conciliar vida familiar y laboral, problemas de salud, económicos o familiares, preocupaciones en definitiva que nos quitan el sueño. Tras una noche de insomnio quien no ha apurado el despertador y salido corriendo de casa con poco menos que nada en el cuerpo.
No hay fórmulas mágicas.
En definitiva y como casi todo en salud: la enfermedad tiene multiples causas que actúan de forma conjunta. No existen fórmulas mágicas en relación a los hábitos. El desayunar o no desayunar probablemente, y como demuestra este estudio, sea solo un granito de arena que influya mínimamente en nuestra salud.
Hay que tener claras las prioridades:
Si fumamos, bebemos alcohol a diario, no nos movemos, dormimos mal y nuestra dieta es un desastre, preocuparnos por ello es baladí.
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