Uno de los tratamientos farmacológicos más utilizados universalmente son las estatinas. Su principal función es el control de los niveles de colesterol para la prevención del riesgo cardiovascular. Siendo el infarto una de las principales causas de muerte, cabe preguntarse si las estatinas pueden alargar nuestra vida.
La enfermedad cardiovascular es la principal causa de muerte en España, con más de 120.000 fallecimientos al año por según el INE. Y además, la enfermedad por COVID ha duplicado los fallecimientos por esta causa durante la pandemia, “Por cada muerte por COVID-19 se producen al menos tres o cuatro por enfermedad cardiovascular“, Sociedad Española de Cardiología, octubre 2020. Artículo publicado en la revista Alimente el 14/09/2021
El estilo de vida juega, por supuesto, un papel fundamental en el riesgo cardiovascular. Es sabido que la dieta, la actividad física, el sedentarismo, el tabaquismo y el consumo de alcohol además de las alteraciones del sueño o el estrés, son factores de riesgo asociados. Y cuando cuidarse no termina de funcionar para mantener el colesterol a raya, las estatinas son, hoy por hoy, el fármaco estrella.
Su descubrimiento se debe al científico japonés Akira Endo, quien en los años 60 del siglo pasado inició la búsqueda de sustancias capaces de alterar el metabolismo del colesterol. Tras analizar 3.800 muestras de hongos, encontró en una de ellas una potente actividad inhibidora de la síntesis de colesterol en el organismo. Tras varias pruebas fallidas debido a efectos adversos, con diferentes sustancias, en el año 1978 Endo encontró un compuesto, que en paralelo también desarrolló la compañía Merck.
El estilo de vida juega, por supuesto, un papel fundamental en el riesgo cardiovascular.
Se trataba de la primera estatina comercializada, la lovastatina, cuyo uso se aprobó por la FDA estadounidense en 1987. En la actualidad se encuentran en el mercado diferentes estatinas, tanto las naturales derivadas de hongos (lovastatina, simvastatina o pravastatina) como los derivados sintéticos (fluvastatina, atorvastatina, rosuvastatina y pitavastatina). Todas tienen en común el inhibir uno de los pasos en la síntesis de colesterol, reduciendo sus niveles en el organismo.
Como curiosidad mencionar que la levadura roja que se usa con el objetivo de reducir los niveles de colesterol, y que tiene ese halo de natural, en realidad contiene monacolinas, unas sustancias relacionadas con las estatinas y que actúan siguiendo el mismo mecanismo que éstas aunque la desventaja de tomar preparados de este tipo, es que las cantidades del principio activo pueden ser variables y la dosificación incierta, “¿Podemos bajar el colesterol y limpiar nuestras arterias sin fármacos?“, Gente Sana, junio 2018.
Riesgo relativo y absoluto.
Antes de analizar qué nos dice la ciencia sobre estatinas y longevidad, conviene aclarar una terminología que causa mucha confusión: la de riesgo relativo frente a riesgo absoluto.
Cuando se hacen ensayos clínicos con fármacos, normalmente se asigna al azar a los sujetos participantes, bien a un grupo que recibe el tratamiento o a otro de control, al que se administra un placebo (una pastilla idéntica, pero sin efecto farmacológico). Transcurrido el tiempo establecido para el estudio, se compara el desenlace, que puede ser tanto un marcador biológico (niveles de colesterol, por ejemplo) como el número de infartos o de muertes en uno y otro grupo.
Con esos datos, se calcula el riesgo relativo entre ambos grupos. Es decir, el riesgo relativo es la diferencia en riesgo si hacemos una u otra cosa: riesgo de infarto si hacemos ejercicio frente a si no nos movemos, si fumamos o no fumamos, o si tomamos estatinas o no, etc. Suele expresarse como un porcentaje.
Pero eso no nos dice cual es el riesgo real como individuo. Imaginemos una enfermedad para la que el riesgo de morir cada año en una población determinada, es de un 4%. Si un fármaco previene en un 25% la probabilidad de morir, entonces el riesgo absoluto pasaría a ser de un 3%. Sin tratamiento mueren 4 por la enfermedad, con tratamiento solo 3 de cada 100. Y, además, esto significa que necesitamos tratar a 100 personas, para salvar una vida. Es lo que se denomina numero necesario a tratar (o NNT en su acrónimo en inglés). El riesgo absoluto y el NNT nos dan una mejor idea que el riesgo relativo, de la carga de una enfermedad y de la efectividad del tratamiento.
¿Más años gracias a las estatinas?
Aclarado este concepto, ¿qué números salen para las estatinas? Estos fármacos pueden reducir el riesgo de mortalidad por enfermedad cardiovascular en un 20% (esto es riesgo relativo), “Comparative effectiveness and safety of statins as a class and of specific statins for primary prevention of cardiovascular disease: A systematic review, meta-analysis, and network meta-analysis of randomized trials with 94,283 participants“, PubLMed, junio 2019.
¿Cómo se traduce esto en mejora de la longevidad?
Pues según una revisión sistemática tan solo se retrasaría la muerte en los tratados con estatinas en 4 días, para una duración del tratamiento de 6 años, algo que parece sorprendente, “The effect of statins on average survival in randomised trials, an analysis of end point postponement“, BMJ, 2014. Otro trabajo que actualiza los datos del anterior, arroja una cifra de 10 días extra de vida, para un tiempo de tratamiento de 5 años, “Postponement of Death by Statin Use: a Systematic Review and Meta-analysis of Randomized Clinical Trials“, PubLMed, mayo 2019.
Esto podría arrojar dudas sobre la conveniencia de la utilización de estatinas, para únicamente prolongar la vida en 10 días. Sin embargo, estos datos no pueden trasladarse directamente a las condiciones de uso real del fármaco, por analizarse durante un periodo corto de tratamiento en los ensayos clínicos. Además, la conveniencia de usar el fármaco no se basa solo en su efecto sobre la longevidad, sino también sobre la calidad de vida y la reducción de eventos cardiovasculares.
Para solventar estas limitaciones, se desarrolló un método que pretende valorar la ventaja en supervivencia por el uso de estatinas en pacientes con enfermedad cardiovascular, y teniendo en cuenta la esperanza de vida media y el uso prolongado del fármaco. En este caso las diferencias si son abismales, ya que el resultado habla de 10 años extra de vida gracias al uso de estatinas, “A method to estimate the mean lifetime survival increase of statin therapy“, PubLMed, 2016.
Las estatinas son sin duda un fármaco efectivo y una alternativa cuando mediante el estilo de vida no conseguimos controlar los factores de riesgo cardiovascular.
Estaríamos por tanto ante una terapia de altísima efectividad en prevención secundaria y que prolongaría la vida de estos pacientes de forma muy significativa. Algo que también podría trasladarse a la prevención primaria (evitar que aparezca la enfermedad).
Al margen del eterno debate de estatinas sí, estatinas no, un estudio exhaustivo del riesgo cardiovascular de cada paciente, a ser posible completado con biomarcadores “avanzados” de riesgo cardiovascular como la lipoproteína (a) y la Apo B y alguna de las pruebas de imagen que hoy nos permiten ver la presencia de placas de ateroma (eco vascular, cuantificación de calcio en las coronarias, etc), nos darán la clave para hacer una correcta prescripción de una estatina en prevención primaria con el objetivo de alcanzar esos niveles de excelencia en los biomarcadores por los que abogamos desde la medicina preventiva para el envejecimiento saludable, “¿Quién quiere ser normal? valores óptimos de los biomarcadores de salud y longevidad“, Gente Sana, abril 2021.
Las estatinas son sin duda un fármaco efectivo y una alternativa cuando mediante el estilo de vida no conseguimos controlar los factores de riesgo cardiovascular, algo a lo que debemos aspirar si queremos una prevención real y efectiva, y una mejora de la longevidad.
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