Con una población mundial de más de 7.000 millones de habitantes, y la previsión de alcanzar los 10.000 millones en 2050, nos encontramos ante uno de los mayores retos en el corto plazo para la humanidad. Reto que en parte está motivando la preocupación por la sostenibilidad de nuestros patrones alimentarios. Pero hay otra superpoblación, más cercana e íntima, que también puede afectar a nuestra salud: la intestinal. El síndrome de sobrecrecimiento bacteriano SIBO está emergiendo como un problema más frecuente de lo sospechado. Artículo publicado en la revista Alimente el 16/11/2018.
Las ciencias avanzan que es una barbaridad, como cita el dicho. Y en el ámbito de la salud esto es si cabe, más cierto. Nuevos paradigmas sustituyen a los antiguos, y esto abre puertas a nuevas vías terapéuticas. Es el caso de las afecciones del aparato digestivo, donde los nuevos descubrimientos relacionados con la microbiota intestinal (las bacterias y otros microorganismos que residen en nuestro intestino) están arrojando luz sobre temas antes ignorados.
El síndrome de sobrecrecimiento bacteriano SIBO está emergiendo como un problema más frecuente de lo sospechado.
Y esto también está abriendo la vía al tratamiento no farmacológico de afecciones como el síndrome del intestino irritable: sabemos ahora que el estilo de vida, con la alimentación, pero también el ejercicio, la calidad y regularidad del sueño, o el estrés, afectan a la composición de la microbióta. Y esto a su vez, puede tener una influencia sobre la severidad de los síntomas del síndrome del intestino irritable. Así lo refleja el criterio de Roma IV, la referencia para el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades funcionales del intestino: aquellas en las que el paciente sufre molestias, sin que en muchas ocasiones haya hallazgos objetivos en pruebas diagnósticas.
Sobrecrecimiento bacteriano.
Además del aspecto cualitativo de la microbiota (qué especies de bacterias son beneficiosas y cuales patógenas) también podemos encontrarnos con el aspecto cuantitativo. Convencionalmente hablamos de sobrecrecimiento bacteriano intestinal (SIBO) cuando se diagnostica un problema de malabsorción atribuido a un número excesivo de bacterias en el intestino, habitualmente en el delgado.
Las causas del SIBO pueden ser múltiples. La estasis del intestino delgado causada por cirugías, o por enfermedades como la diabetes o amiloidosis entre otras. El tránsito se enlentece y esto favorece la proliferación excesiva de bacterias.
En otras ocasiones se produce una ruptura de la barrera anatómica natural entre el intestino delgado y el colon, y esto produce cambios en la microbiota. Las causas más habituales en este caso son una cirugía de extirpación de la válvula ileocecal, una fístula enterocolítica, o la enfermedad de Crohn, una enfermedad inflamatoria intestinal de origen autoinmune.
Una posible causa de sobrecrecimiento bacteriano es la baja producción de ácido por parte del estómago.
Otra posible causa de sobrecrecimiento bacteriano es la baja producción de ácido por parte del estómago. Esto causa una alteración del pH a lo largo del tubo digestivo, y especialmente en el duodeno, lo que hace que en esa sección pueda aumentar el número de bacterias (recordemos que los ácidos estomacales limitan la posible proliferación de bacterias). Enfermedades como la gastritis atrófica, o el uso prolongado o crónico de fármacos como los tan usados inhibidores de la bomba de protones (omeprazol y derivados) pueden ser la causa.
Finalmente, otras posibles alteraciones que pueden favorecer el SIBO son la deficiencia de inmunoglobulina A, el uso de antibióticos de amplio espectro, o alteraciones como cirrosis hepática, alcoholismo, o el ya mencionado síndrome del intestino irritable.
¿Cómo afecta el SIBO a la salud?
La sobreproliferación bacteriana puede afectar al estado nutricional de la persona que la sufre. Los mecanismos generales pueden estar relacionados con la lesión de la mucosa intestinal que dificulte la absorción de nutrientes; el consumo de algunos nutrientes como vitaminas por parte de las bacterias intestinales; y la reducción de la ingesta de alimentos, asociada a las molestias digestivas que sufre el paciente. En más detalle podemos encontrar:
- Malabsorción de grasas: Al dañarse la mucosa intestinal, se reduce su capacidad para absorber las grasas contenidas en los alimentos. Esto puede traducirse en esteatorrea (heces grasas). Por otra parte, las propias bacterias pueden romper las sales biliares que nos ayudan a digerir las grasas, lo que es tóxico para las células del intestino y puede afectar también a la absorción de carbohidratos y de proteínas.
- Malabsorción de hidratos de carbono: debida a que las bacterias los degradan en exceso y los consumen, reduciendo su disponibilidad y también a que, debido al daño en la mucosa intestinal, algunas enzimas que se encargan de su absorción, son deficientes.
- Malabsorción de proteínas: debido al daño del epitelio intestinal, lo que se traduce en una reducción en la producción de aminoácidos.
- Malabsorción de vitaminas: como por ejemplo de la B12, que puede ser consumida en exceso por las bacterias (con un efecto paralelo de sobreproducción de vitamina B6). Además, debido a la malabsorción de lípidos o grasas, también puede haber deficiencias en la absorción de vitaminas liposolubles (A, D y E). Respecto a la cuarta vitamina liposoluble, la K, puede haber sobreproducción por parte de algunas especies bacterianas, lo que podría ser contraproducente para pacientes en tratamiento con anticoagulantes orales (sintrón).
La sobreproliferación bacteriana puede afectar al estado nutricional de la persona que la sufre.
Por todo lo anterior, las consecuencias de este trastorno pueden ser desde la astenia, hasta un síndrome de malabsorción completo. Síntomas que pueden presentarse son: distensión abdominal, flatulencias, dolor abdominal, diarrea (heces muy abundantes, brillantes y pegajosas), pérdida de peso, o incluso edemas, por falta de proteínas.
La producción excesiva de algunos gases al “fermentar” los alimentos, puede estar detrás de esas molestias. Incluso se ha relacionado el reflujo gastroesofágico con el SIBO, debido a la presión producida por esos gases duodenales, en lo que se denomina “reflujo alcalino”.
El diagnóstico no es sencillo ni está disponible en todos los centros médicos. El método de referencia es la aspiración directa a través de una endoscopia en el yeyuno, pero es un método complejo, por lo que se usan los tests de hidrógeno espirado. En esta prueba se mide la cantidad de hidrógeno en el aire espirado del paciente, tras la ingestión de una cantidad conocida de referencia de glucosa y lactulosa. En ambos casos se observa un pico inicial de hidrógeno espirado, debido a la presencia de bacterias en intestino delgado que permite descartar o confirmar un sobrecrecimiento bacteriano.
¿Cómo puede tratarse el SIBO?
Dados los múltiples factores que pueden afectar al desequilibrio en la microbiota intestinal, el tratamiento del SIBO debe ser multifactorial. Por supuesto, lo más importante es corregir el factor desencadenante cuando ello es posible. En algunos trastornos motores digestivos se pueden usar fármacos que mejoren esa motilidad intestinal. Si se detectan déficits nutricionales, deberán suministrarse vitaminas u oligoelementos. A veces hay que administrar multivitamínicos, o incluso calcio, vitamina D y vitamina B12. Uno de los puntos clave del tratamiento es el uso de antibióticos. Se han utilizado: amoxicilina combinada con ácido clavulánico, metronidazol, o el fármaco más utilizado que es la rifaximina y que tiene la ventaja de no ser absorbido, actuando por tanto únicamente a nivel intestinal.
Se están publicando estudios sobre la utilidad de probióticos para el tratamiento del SIBO, en concreto con lactobacillus y bifidobacterias. Y por supuesto, una alimentación adecuada puede ayudar a reducir el sobrecrecimiento bacteriano. Pautas como la dieta baja en carbohidratos fermentables (FODMAPS) pueden ayudar a restablecer el equilibrio intestinal, seguidas por una fase de reintroducción de alimentos ricos en fibra soluble y carbohidratos fermentables, que junto con los pre y probióticos puedan ayudar a instaurar una flora saludable y que mantenga a raya a los organismos patógenos.
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