En relación con el envejecimiento manejamos en su mayoría datos relativos a personas de sociedades industrializadas. Si queremos entender mejor el declive físico con la edad, podemos obtener información valiosa procedente de poblaciones tradicionales. Eso han hecho un grupo de investigadores, con resultados interesantes.
En lo referente a la longevidad, el ser humano es especial. Comparados con nuestros parientes más cercanos como los chimpancés, éstos apenas alcanzan los 50 años. Aun no sabemos del todo el por qué de nuestra excepcional longevidad y también de su plasticidad, con individuos que apenas superan los 60 y otros que alcanzan los 120 años. Artículo publicado en la revista Alimente el 22/07/2024
Una de las teorías más populares es la hipótesis de los abuelos, según la cual el cuidado de los nietos liberaría tiempo y energía a los padres para permitirles tener más éxito en la obtención de alimento y el cuidado de la comunidad. Algo que redundaría en un mayor éxito reproductivo. Esta ventaja hubiera seleccionado a aquellos individuos de abuelos más longevos, prolongando poco a poco nuestra esperanza de vida máxima, “La edad no es una buena excusa para dejar de movernos“, Gente Sana, diciembre 2021
Lo cierto es que los datos que tenemos sobre envejecimiento provienen sobre todo de individuos en sociedades industrializadas, donde sabemos que las enfermedades crónicas son un problema de salud pública. Enfermedades que, a su vez, están muy vinculadas al envejecimiento prematuro como causa y como resultado.
¿Perdemos capacidad física con la edad?
El estudio de sociedades no industrializadas puede darnos información de gran interés para entender mejor el impacto de nuestro estilo de vida en la salud. Hay datos preliminares que muestran como el declive en capacidad física en los Ache de Paraguay o los Tsimané de Bolivia es menor con la edad que en individuos occidentales. Señalar además que los Tsimané son considerados como una de las muestras de mejor salud cardiovascular jamás registrada: el 85% de los mayores de 40 años no mostraron presencia de aterosclerosis, estando libres de ella dos tercios de los mayores de 75 años. Algo que se invierte en EEUU donde el 85% de los mayores de 45 años tienen aterosclerosis, “Tsimane: a cross-sectional cohort study“, The Lanzet, marzo 2017
Para ahondar aún más en la relación entre capacidad física y edad, un equipo de investigadores entre los que se encuentra Herman Pontzer (autor del popular libro “Burn!”) ha tomados datos entre los Hadza de Tanzania (cazadores-recolectores) y los Pokot de Kenya (pastores). El equipo ya había reportado previamente que los niveles de actividad física en estas dos sociedades son mayores que entre los occidentales, incluyendo individuos de avanzada edad.
La trampa de la media.
Antes de seguir con los resultados de este interesante estudio me gustaría señalar un error de concepto habitual. Se dice que la gente “no vivía más allá de los 30 años” en el pasado o en sociedades tradicionales. El error de es confundir esperanza de vida media con esperanza de vida máxima. Un ejemplo sencillo: una población de dos individuos donde uno fallece al poco de nacer y otro vive en buena salud hasta los 80 años; esperanza de vida media, 40 años. Si nos fijamos solo en este parámetro ello no nos dice nada de la calidad de vida y salud del individuo más longevo.
Las sociedades no industrializadas pueden tener una baja esperanza de vida media, en muchos casos debida a una alta mortalidad infantil. Pero podremos encontrar individuos que viven hasta los 70 años con una muy buena salud hasta el final de sus días. Algo que observó Staffan Lindeberg en su estudio de Kitava, “Cardiovascular risk factors in a Melanesian population apparently free from stroke and ischaemic heart disease: the Kitava study“, PubLMed, septiembre 1994, o que detallan en varias partes del mundo Gurven y Kaplan en un extenso informe: Longevity Among Hunter-Gatherers: A Cross-Cultural
Diferencias y similitudes.
Volviendo al estudio de Pontzer y equipo, se midieron varios parámetros objetivos de capacidad física entre los individuos: nivel de actividad física, capacidad de marcha y fuerza de agarre. Se utilizaron acelerómetros durante un periodo de varios días.
De forma preliminar, podrían esperarse diferencias en los resultados entre ambas poblaciones. Los Pokot con un estilo de vida pastoril tienen una división de tareas en función de la edad, dejando trabajos más duros a los más jóvenes, mientras que los Hadza cazadores y recolectores no tienen esa división del trabajo. Esto podría afectar obviamente a los parámetros de capacidad física a edades avanzadas.
Los resultados derivados de las mediciones con acelerómetros (ENMO) muestran que existe un declive en la actividad física asociado con la edad para ambas poblaciones, sin diferencias importantes en relación con el sexo (a pesar de una división del trabajo por sexos en ambos casos). En cuanto al tiempo diario en actividad moderada o vigorosa (MVPA) de nuevo se observa un declive asociado a la edad para ambas poblaciones y sin diferencias por sexo.
El test de capacidad de marcha si encontró diferencias. Durante los 2 minutos del test, los hombres Hadza recorrieron 172 metros, por 158 para las mujeres. En el caso de los pastores Pokot los resultados fueron de 125 metros y 110 metros respectivamente para hombres y mujeres. El análisis estadístico muestra que la edad no influye negativamente en este test en el caso de los Hadza, pero si en el caso de los Pokot.
Para la fuerza de agarre hubo diferencias relativas al sexo con valores mayores para hombres que mujeres en ambos casos (algo esperable) y una variación importante con la edad para todos salvo las mujeres pastoralistas.
¿Cuál es la conclusión?
Que hay un declive en la capacidad física general relacionado con la edad, también en sociedades con un estilo de vida no occidentalizada (Salvo en la capacidad de marcha en los Hadza, habida cuenta de las grandes distancias que diariamente recorren en busca de alimento).
Comparativamente con datos de nuestro entorno occidental, el nivel de actividad física, fuerza de agarre y capacidad de marcha se reducen también con la edad siguiendo un patrón similar. Una diferencia importante no obstante se encuentra en el nivel de actividad física vigorosa o moderada (MVPA). Mientras que en países como EEUU no se alcanza los 150 minutos recomendados a la semana, estos individuos superan con creces este valor. Esto puede tener un impacto muy importante en su estado de salud, incluyendo la cardiovascular.
Estos datos preliminares se suman a otros anteriores y aportan información que nos permite entender con mayor precisión cómo modificaciones del estilo de vida puedan alterar en un sentido u otro diversos parámetros de capacidad física. Seguiremos atentos a nuevos datos procedentes de mundos que, para la mayoría, ya han sido casi olvidados. El pasado puede sin duda arrojar luz para mejorar nuestra salud futura.
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