Desde hace años existe un debate científico sobre si la obesidad es o no una enfermedad, asociado también a movimientos como el “body positive” y la lucha contra la llamada gordofobia. ¿Puede el cambiar la terminología, reducir el estigma de los que las sufren?
La obesidad y el sobrepeso han tenido históricamente un estigma que afecta negativamente a los que la sufren. En la actualidad movimientos como el llamado “Body positive” promueven la aceptación de todas las formas y tamaños del cuerpo humano, combatiendo los estereotipos corporales y promoviendo la autoaceptación y la de otros. En relación con la obesidad combate la llamada “gordofobia” o rechazo y discriminación hacia las personas con obesidad. Artículo publicado en la revista Alimente el 23/05/2024.
Esto es positivo dado que cualquier ser humano merece el respeto de todos, sin distinción. Sin embargo y como sanitario no puedo dejar de arquear una ceja cuando desde algunos sectores se afirma que una persona obesa es una persona sana. Hoy en día tenemos datos más que suficientes para saber que no es realista minimizar el riesgo que supone para la salud el exceso de adiposidad.
De hecho, la llamada obesidad metabólicamente sana está cada vez más puesta en duda, como detallábamos en este artículo, “Obesos metabólicamente sanos: hora de abandonar el concepto“, Gente Sana, julio 2021. El término de obesidad clínicamente sana no es relevante desde el punto de vista clínico y el pronóstico de estos pacientes a medio y largo plazo es, salvo que cambien su situación, peor que el de pacientes con normopeso.
¿Es la obesidad una enfermedad?
Desde hace años también existe un debate en la comunidad científica acerca de lo que significa la obesidad desde el punto de vista clínico. Organismos como la Organización Mundial de la Salud, los Institutos Nacionales de Salud de EEUU o el Ministerio de Sanidad de España definen la obesidad como una “condición asociada a la acumulación de grasa corporal y que aumenta el riesgo de otras enfermedades”. Otras entidades, como la Asociación Americana del Corazón, la Asociación Americana de Medicina, la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad, o la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición hablan de una “enfermedad crónica y multifactorial y una de las principales causas prevenibles de muerte”.
Aparte de la falta de consenso en su consideración como enfermedad, también hay incertidumbres alrededor del parámetro que la define: el Índice de Masa Corporal (IMC). Sabemos que el IMC no nos dice nada acerca de la composición corporal del sujeto, pudiendo existir personas con un IMC alto, pero con alta masa muscular y bajo porcentaje graso, o bien en el otro extremo personas aparentemente delgadas, pero con alta adiposidad y baja masa muscular. Tampoco nos dice nada del patrón de acumulación de grasa subcutánea frente a visceral, con distintos efectos a nivel metabólico.
Nueva terminología.
Recientemente ha tenido lugar una reunión de la Comisión sobre Diabetes y Endocrinología de The Lancet, probablemente la revista de Medicina más prestigiosa del mundo con permiso de Nature. Esta comisión publica periódicamente los criterios para la definición y diagnóstico clínico de la obesidad, “Lancet Diabetes & Endocrinology Commission on the Definition and Diagnosis of Clinical Obesity“, The Lancet, marzo 2023. El objetivo de esta reunión de expertos ha sido revisar estos criterios y limitar las connotaciones negativas alrededor de la obesidad a la vez que se traslada claramente la idea de que se trata de una enfermedad en sí misma y no solo un factor de riesgo para otras enfermedades.
En esta propuesta que se publicará próximamente, se define una fase preclínica de la enfermedad en la que existen alteraciones en células o tejidos que llevan a cambios en la estructura de los órganos, pero no en su función. Este estadio se puede valorar mediante el IMC o el perímetro de cintura.
La siguiente etapa clínica tiene lugar cuando la obesidad ya afecta a la función de órganos, tejidos u otras funciones corporales como la movilidad. En este caso, entramos en la fase de obesidad como enfermedad.
Si bien ha habido consenso en esta definición de obesidad preclínica y clínica (pudiendo asociarse la primera a la de la obesidad “metabólicamente sana”) no lo ha habido tanto en una nueva propuesta de terminología. Una alternativa es la que ya postuló en el año 2016 el Colegio Americano de Endocrinología bajo el término de “enfermedad basada en la adiposidad” o “ABCD”.
Este cambio de terminología podría ser positivo por varios motivos: en primer lugar, porque hace referencia a situaciones que ahora quedan fuera de la obesidad o sobrepeso por BMI (los “delgados obesos”) y porque cesa el uso de la palabra “obeso/a” que puede ser percibida negativamente e incluso dificultar los esfuerzos de los pacientes por mejorar su situación.
Otros especialistas sin embargo se han mostrado a favor de introducir el concepto de obesidad preclínica y clínica ya que esto implica la evaluación de parámetros metabólicos del paciente y no solo su IMC.
Respeto y rigurosidad.
De lo que no cabe la menor duda es que, sea como fuere, las personas con obesidad y sobrepeso merecen todo nuestro respeto y evitar cualquier estigma y discriminación. Esto sin embargo no es óbice para que podamos afirmar abiertamente que la obesidad y el sobrepeso son un grave problema de salud pública en la mayor parte de sociedades occidentales, siendo las proyecciones escalofriantes y más si tenemos en cuenta la obesidad infantil, “Exceso de peso en España: situación actual, proyecciones para 2030 y sobrecoste directo estimado para el Sistema Nacional de Salud” Revista Españpla de Cardioñpgía, noviembre 2019.
Normalizar la obesidad desde el punto de vista ético no puede llevarnos a negar su impacto sobre la salud. Esto solo puede agravar lo que la propia OMS ha denominado como la Pandemia del Siglo XXI. Respeto, pero con responsabilidad.
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