Comenzamos 2021 con ilusión y el punto de mira puesto, como siempre, en la salud.
Desde luego que, si algo podemos decir de 2020, es que nunca lo olvidaremos. Y no lo haremos sobre todo por cuestiones de salud.
Pero si algo ha traído el pasado año también, en parte debido al confinamiento, es un cambio en las prioridades. Un estudio presentado el pasado mes de noviembre señalaba que tras la crisis COVID-19, la salud es la primera causa de preocupación de los españoles, “La nueva salud“, Fundación Mapfre, noviembre 2020. Artículo publicado en la revista Alimente el 04/01/2021.
Durante el pasado año, semana tras semana, hemos acercado a nuestros lectores los últimos avances en medicina preventiva antienvejecimiento: alimentación, actividad física, suplementación, nuevas terapias, y cómo no, la relación entre estado de salud y coronavirus, “Tratamientos “anti-aging” en la lucha contra la COVID-19“, Gente Sana, noviembre 2020. Y lo seguiremos haciendo durante este nuevo año, manteniendo el mismo enfoque y filosofía.
La OMS define la ausencia de enfermedad como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”
Para inaugurar 2021, hemos querido arrancar con el comentario sobre un nuevo trabajo de uno de los investigadores más destacados de nuestro país, Carlos López Otín, de la Universidad de Oviedo. Para los que trabajamos en medicina antienvejecimiento, este nombre es una referencia, puesto que en 2013 publicó uno de los artículos más importantes en este ámbito, titulado The hallmarks of aging (las características del envejecimiento) y que pone en contexto las diferentes áreas específicas por las que el paso del tiempo afecta a nuestra biología, “The Hallmarks of Aging“, Ncbi, noviembre 2013.
Hace escasas semanas Lopez Otín, publicó “The hallmarks of health“, PubLMed, noviembre 2020, con un enfoque similar pero aplicado a la salud general. ¿Qué es lo que hace que podamos decir que una persona está sana?
Ya desde el propio resumen del artículo, lo dejan muy claro: tradicionalmente se ha definido la salud como ausencia de enfermedad. La Organización Mundial de la Salud, la define como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Lopez Otín profundiza en este trabajo, prefiriendo un enfoque positivo de la salud y clasificando los factores que la definen en tres grupos y ocho categorías.
Barreras protectoras.
Las barreras son de gran importancia en el organismo. Estas barreras tienen una doble función: la de actuar como límite en si mismas, evitando el acceso de agentes extraños y también la de compartimentación, evitando que las perturbaciones en un compartimento puedan afectar a otros. Un ejemplo sería la barrera intestinal, de la que forma parte la microbiota que puede verse alterada causando la llamada disbiosis intestinal, permitiendo el paso de toxinas y bacterias a la circulación, y favoreciendo la inflamación. O de forma similar, la barrera hematoencefálica, que, de verse alterada, puede permitir que se aceleren procesos neurodegenerativos como Parkinson o Alzheimer.
Manteniendo el equilibrio.
Pasando al siguiente grupo de características que definen la salud, nos encontramos con el mantenimiento de la homeostasis. Aun en ausencia de alteraciones de las barreras, mencionadas anteriormente, los componentes del sistema pueden sufrir alteraciones, producidas por el estrés oxidativo o el propio envejecimiento celular. En estos casos, deben ponerse en marcha mecanismos que permiten el reciclaje y la renovación. El típico ejemplo sería el ciclo de las células de la piel, pero también se menciona la autofagia, de la que hemos hablado en este espacio en numerosas ocasiones asociada al ayuno intermitente y la restricción calórica, como un mecanismo de renovación a nivel celular. El siguiente aspecto dentro de la homeóstasis es la integración de circuitos, donde se describe una compleja red de vías de señalización y comunicación entre células, tejidos, órganos y sistemas. Y el tercer factor son las oscilaciones rítmicas, siendo los más conocidos y estudiados los ritmos circadianos, de cerca de 24 horas de duración, y que regulan por completo nuestro organismo, asociados a nuestra evolución en consonancia con los ciclos de luz y oscuridad. Algo que nuestro estilo de vida dificulta, con nuestros horarios y la exposición a fuentes de luz artificial.
Resiliencia y estrés.
El tercer grupo de marcadores de salud, corresponde a la respuesta al estrés. Y es que nuestra salud está amenazada por diferentes estresores, ante los cuales debemos responder. Los autores clasifican estas respuestas en tres tipos diferentes. En primer lugar, la resiliencia homeostásica, que consiste básicamente en la capacidad para mantener dentro de un rango de normalidad los niveles hormonales, inmunológicos, de tensión arterial o temperatura corporal, en lo que sería la homeostasis entendida de la forma clásica. Pero la respuesta al estrés no estaría completa, sin otros dos factores. El primero es la hormesis, un concepto relativamente poco conocido y que hace referencia a la capacidad del organismo para adaptarse a una dosis relativamente baja de un agente agresor (como una toxina) de forma que pueda tolerar una dosis mayor posteriormente. El ejemplo más conocido podría ser la adaptación del organismo al estrés oxidativo que se produce durante el ejercicio debido al aumento temporal de los radicales libres por la respiración celular. Y finalmente, el último factor dentro de este grupo corresponde a la reparación y regeneración, de manera que pueda restituirse la función cuando algún elemento del sistema ha sido efectivamente dañado. Como muestra tenemos los complejos mecanismos de reparación del ADN que actúan cuando se produce algún tipo de daño debido a agentes químicos o físicos, como puede ser la radiación ultravioleta en las células de la piel.
Enfoque integral.
¿Cómo se define entonces la pérdida de salud? La integración de todos estos marcadores permite explicar aspectos como que habitualmente, cuando se produce una enfermedad importante como un infarto o ictus, aumenta el riesgo de otras enfermedades. Y esto puede estar relacionado con factores causales comunes como puede ser la inflamación crónica, de la que ya hablamos recientemente, “La inflamación crónica: el asesino silencioso“, Gente Sana, diciembre 2020. Por tanto, este enfoque de la salud integra de forma global aspectos que en los últimos años se están desvelando como causa común de numerosas enfermedades, así como del envejecimiento. Esto puede permitir anticiparse a través del diseño de sistemas que permitan evaluar los marcadores celulares y moleculares antes de que la enfermedad se manifieste de forma evidente. Es algo en lo que trabajamos en la medicina preventiva para un envejecimiento saludable desde hace años y que este nuevo artículo, engloba de una forma conceptualmente muy interesante.
Para finalizar, me gustaría desear a nuestros lectores un nuevo año con mucha salud. Pero sin olvidar que ésta se consigue no solo con grandes propósitos, sino con las pequeñas decisiones que tomamos día a día. Poner la salud en el centro de nuestra vida, querernos y cuidarnos, y buscar nuestro bienestar debe ser nuestra prioridad. Y no es algo egoísta, porque no podemos cuidar de los que queremos si no nos cuidamos nosotros mismos. Sumemos todos para disfrutar juntos de más años, y más vida.
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