El pulsioxímetro es un pequeño dispositivo médico conocido por casi todos, bien porque en algún momento hemos acudido a las urgencias hospitalarias, porque nos han intervenido quirúrgicamente o porque se lo hemos visto puesto a algún conocido en estas circunstancias. Se trata de una pinza que se coloca generalmente en el extremo de uno de los dedos de la mano, y es capaz de cuantificar la saturación de oxígeno de la hemoglobina que va en los glóbulos rojos, mediante la emisión y recepción de una luz de color rojo que atraviesa el pulpejo del dedo. Los valores normales en un individuo sano oscilan entre el 95% y 100%, por debajo del 95% pudiera haber alguna alteración, cuando se encuentran por debajo del 90% se considera clínicamente una hipoxemia, que será severa por debajo del 80%. Artículo publicado en la revista Alimente el 05/05/2020.
No se trata de profundizar en los mecanismos biofísicos por los que el pulsioxímetro es capaz de determinar de una manera indirecta, incruenta y bastante fiable la saturación de oxígeno en la sangre periférica. Por supuesto que hay otras determinaciones mucho más fiables, aunque también más invasivas, que se utilizan en los hospitales.
La cuestión es que al igual que medirse la temperatura o la tensión arterial en casa es algo habitual, desde la aparición de la pandemia del COVID-19 la medición de la saturación de oxígeno de la sangre periférica en casa puede ser de gran utilidad como un biomarcador temprano de alerta ante una sospecha de infección por el SARS-Cov-2. pulsioxímetro
Disponer de una determinación de la saturación de oxigeno puede ser determinante a la hora de reaccionar a tiempo y cambiar el pronóstico de la evolución de la enfermedad.
A estas alturas de la pandemia todos conocemos los síntomas que nos deben poner en alerta; fiebre, tos, cansancio, dificultad para respirar, mialgias (dolor muscular), anosmia (falta de olfato), ageusia (falta de gusto), incluso la aparición de sabañones. Pero, además, el poder disponer de una determinación de la saturación de oxigeno puede ser determinante a la hora de reaccionar a tiempo y cambiar el pronóstico de la evolución del cuadro.
Se ha observado que muchos pacientes sospechosos de estar infectados no manifiestan dificultades respiratorias evidentes, incluso cuando sus placas y/o TAC de tórax muestran imágenes de neumonía. Es más, hay casos en los que se ha detectado una neumonía por el SARS-Cov-2 en pacientes que se han hecho una placa de tórax por una fractura de clavícula sin ningún otro síntoma de sospecha del COVID-19.
Al parecer la neumonía en el COVID-19 produce una “anestesia de la disnea” o una “hipoxia silente” por la que la dificultad para respirar se manifiesta de forma tardía incluso con una saturación de oxígeno baja, de manera que para cuando aparece esta dificultad respiratoria, la saturación puede ser extremadamente baja, “casi incompatible con la vida”, como describía el Dr. Levitan en su artículo del NYT del pasado 20 de abril y a pesar de esto el paciente puede estar relativamente bien, ya con una neumonía moderada o severa establecida, “The Infection That’s Silently Killing Coronavirus Patients“, The New York Times, abril 2020.
La neumonía en el COVID-19 produce una “anestesia de la disnea” o una “hipoxia silente” por la que la dificultad para respirar se manifiesta de forma tardía incluso con una saturación de oxígeno baja
No se conocen bien los mecanismos de esta “hipoxia silente” pero pudieran estar relacionados con la afectación por parte del virus de las células de los pulmones que producen el factor surfactante, una sustancia que cubre la superficie de los alvéolos (saquitos del pulmón) y evita que estos se colapsen, se cierren. La falta de surfactante producida por el virus va colapsando “saquitos” poco a poco sin que el paciente acuse de manera aguda la dificultad respiratoria, algo parecido a la fábula de la rana y el caldero de agua hirviendo.
Este es exactamente el caso de un amigo y vecino al que atendí el día 21 de marzo. Él llevaba al menos 5 días con diarrea, cansancio, pero no tenía fiebre ni tos y no se alarmó por la falta de oxígeno. Cuando yo le vi tenía la saturación de oxígeno del ¡69%! Pensé que el pulsoxímetro estaba estropeado. Me ausenté unos minutos en busca de un fonendoscopio y cuando volví a verle estaba tan tranquilo tumbado en el sofá viendo un documental. Pocas horas más tarde intubado en la UCI…
Si hubiéramos visto su saturación de oxígeno por debajo del 95% dos o tres días antes, aunque él no notara falta de oxígeno, quizás no hubiera acabado en la UCI.
La hipoxia silente evoluciona rápidamente a un fracaso respiratorio, colapsando las urgencias y las camas de las UCIs.
Y precisamente esto es lo que probablemente le ha salvado de ir a la UCI a otro amigo y vecino común. Médico él y su mujer, que disponían de un pulsioxímetro. En este caso tenía picos de fiebre, tos y cansancio, pero no disnea, dificultad respiratoria evidente. Cuando él y su mujer vieron que la saturación de oxígeno bajó al 92-93% acudieron a urgencias y quedó ingresado durante dos semanas, pero sin pisar la UCI. Una demora en esta decisión podría haber cambiado el pronóstico.
La hipoxia silente evoluciona rápidamente a un fracaso respiratorio, colapsando las urgencias y las camas de las UCIs. A pesar de que no existen unas guías definidas, en caso de presentar síntomas sospechosos de infección, el detectar la hipoxia silente en casa mediante un pulsioxímetro puede ser de gran utilidad, al fin y al cabo, es algo similar a ponerse el termómetro para medirse la temperatura.
No comments yet.